Carta a mi abusador

Por: Mafe Martín


31 de Mayo del 2021 

Bogotá-Colombia 

Tal vez me he demorado demasiado en escribir esta carta, pero también ha sido difícil saber a quien dirigirla. Son las 11:15 de la noche y como raro mi cuerpo pide reposo pero mi cabeza se mantiene al servicio de la locura, salí hace tan solo un momento de un par de sábanas en las que trate de enredarme para poder sentir algo, dolor, tristeza, placer, adoración… algo, por mínimo que fuera que me recordara que estoy viva. Pero usted hace mucho se llevó eso y tal vez no lo recuerde, porque no puedo ponerle nombre, pero no dejaré que lo olvide porque yo no puedo olvidarlo. 
Con un nombre cualquiera y un par de manos descontroladas me arrebataste la ropa que llevaba puesta “no quiero” te dije “estoy tan triste”, no sé si fue el miedo o el afán de ver que cerrabas la puerta lo que me llevo a colaborar y ponerme en bandeja de plata, no lo sé y ya no importa de seguro solo recuerdas que te seguí el juego, que trataba de complacerte y estallar en juegos para tenerte contento, pero no era suficiente no importa cuanto duráramos siempre querías más, y era inútil no podía sentir nada, nada no había nada en mi. Así que poco a poco me fuiste convenciendo que era yo, que era mi problema, que había algo mal en mi, “quien te va a amar así” “estás rota” “una muñeca se movería más.” Y de repente mi piel se empezó a quebrar y tu nombre cambio y cambio y cambio y por cada uno de ellos se abría un trozo fino de carne que no sangraba pero ardía. “Es mi problema” “ puedes hacer lo que quieras no me duele” “ si claro que quiero” cuantas mentiras no me dije para mantener tu estupido ego y tu pene levantado y que al penetrarme yo pudiera sentir una mínima parte de lo que tanto decían que significaba el placer. Ridiculo. Cuantas poses soporte para que el borde de la cama pudieras decir que no estabas cansado y aguantabas una ronda más y te jactaras con tus amigos de haberte devorado mis caderas y que podías tomarlas si las veías en un bar. 
“Para que sientas algo” un cuchillo en la espalda, “yo si la voy a hacer sentir” un tiro en la cabeza , casi a punto de morir pero aún viva desdibujandome del mundo para que en él no quedara ni una sombra de sus manos y en medio de las lágrimas lubricar mis senos para que se cargaran de los rastros de ellas. Ellas, las que no dudan en llamarte, buscarte, citarte y con las que te retratas y te-re-contra-contrastas, porque sabes que lo único que podrías dar para que te amen un segundo es abrir tus piernas de par en par y regalar tu voz en una poesía para que aquellos que puedan la descubran y los demás se mojen para ver un rastro de cielo antes de darse cuenta que no hay ningún ellas y solo queda el yo. Y de repente llegan esas manos desconocidas a las que ya no les puedo poner nombre, me arropan como una sombra y rompen cada rastro de intimidad en lo público, están ahí y no puedo quitarlas. Y no puedo más, ¿acaso me he vendido al mundo? ¿Es esto lo único que ven? No, es lo único que yo veo. No hay más que un cuerpo sin alma esperando que llegue alguien a darle el más mínimo valor. Y es que así se siente, así sentí, cuando llegaste sin siquiera pensarlo y me tomaste en tus manos como si fuera tuya, para todos tus fines, aveces me juraste amor, aveces me tomaste por odio, aveces por placer, aveces por tristeza, aveces por hambre, pero nunca te paraste a verme. 
Verme… ni yo me puedo ver. Me paso los días evitando que me veas pero queriendo verme, escondiéndome en cada esquina, pero queriendo salir a gritarle al mundo, tapándome el cuerpo cuando quisiera andar con el cabello suelto, queriendo ser sensual sin volverme sexualizada, pero tu mirada se clava en mi cuerpo cuando te apetece contenerlo y se aleja de él cuando a gastado hasta la última gota de sudor. 
Así que hoy fui y me enredé en un par de sábanas y en un acto de desesperación te ahorque y deseé que mis fuerzas fueran suficientes para matarte, pero para ti fue un juego, te excito más, te lleno de placer y me golpeaste pensando que lo quería, me trataste de agarrar fuerte porque creíste que lo buscaba y yo solo no te soltaba el cuello porque quería que dejaras de respirar. Salí de ahí rota y vacía, tal y como entre, condenada a vivir en un cuerpo que no es mío y con una voz que lucha por la justicia de las demás y se pierde al intentar buscar la suya. Encadenada a la tristeza de no poder sentir y sentir para hacerme daño, con ganas de ser alguien más , con la esperanza de no morir y aprender a vivir. Con la fiel convicción que no mereces ni una sola palabra más, que no volveré a cerrar la boca, que me llenare de rabia, que sentiré mi dolor, que cantare mis penas y que bailare mi cuerpo , que no habrá perdón , si no memoria para poder pararme sobre la mesa y escupirle a tu barbilla y gritarle al cielo que estoy viva, que me acuerdo de cada herida y aunque sangre todos los días mi alma cierra cada herida que tus manos débiles abrieron para dejarme sin salida

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Nuestra carga y respuesta

Comunicado del comité de género Las Furias, Parte I: Diagnóstico y manifiesto de motivación para un trabajo conjunto anti-patriarcal