Dinámicas feministas como propuestas de cambio social ante una cotidianidad académica patriarcal
Escrito por: Elena Bernal, María Paula Corredor y Laura Ortiz
Dinámicas feministas como propuestas de cambio social ante una cotidianidad académica patriarcal
1. Introducción
Históricamente, la academia ha sido un espacio del que las mujeres fueron excluidas y desde el cual se ha construido conocimiento machista. El presente trabajo busca visibilizar una problemática en el ámbito académico, específicamente en la facultad de filosofía de la Universidad de los Andes, en donde hemos experimentado un ambiente masculinizado y machista. Esto se ve expresado en que tanto los contenidos y las prácticas se rijan por un estándar intelectual, europeo, racional y masculino que hace que el papel de la mujer en el departamento (profesoras y estudiantes) se vea opacado o transformado para cumplir con él. Por eso, nuestra experiencia en esta facultad se convirtió en inspiración para poder generar propuestas de cambio social, en donde no solo se incluya a las mujeres en las dinámicas masculinas ya existentes, sino que también se logre transformar esas dinámicas cotidianas, que en su mayoría son patriarcales. De esa manera queremos poder cambiar y romper la forma patriarcal y dualista que tiene la filosofía, logrando que se tenga en cuenta el “cuerpo”, las emociones, los sentimientos, y formas diferentes de lenguaje y de escritura. Para ese cambio, consideramos que hay que trabajar en dos frentes: en un cambio de la carrera de filosofía y en un cambio en las dinámicas del contexto social de los ambientes académicos filosóficos. No solamente se busca incluir contenidos feministas, sino también contenidos descoloniales. Es por ello que el siguiente trabajo se ordenará de la siguiente manera: el contexto y explicación de la situación, continuando con el marco teórico que nos proveerá las herramientas para pensar el cambio social finalizando con una serie de conclusiones.
2. Contexto
La filosofía es una de las disciplinas con una historia más conectada al patriarcado occidental. Sus inicios oficiales se remontan a la Antigua Grecia y muchas veces se asocia su nacimiento con el de una forma de pensamiento que asimila el conocimiento con la razón y una pretendida objetividad que busca ser universal. Ese ideal de conocimiento racional se perpetúa y enaltece en el renacimiento y la ilustración, llegando a su posición más drástica en la modernidad, época en la cual se hace en la filosofía una distinción tajante entre cuerpo y mente. Sobra añadir que toda esta empresa filosófica ha sido hecha por hombres y que ese ideal de conocimiento y de filósofo racional se construyó como un sujeto masculino occidental. Las consecuencias de esta construcción histórica de la filosofía como disciplina se ven reflejadas de maneras diferentes. Entre ellas nos queremos concentrar en dos grandes problemas: la manera masculina en la que se entiende y enseña la filosofía y las dinámicas masculinas y patriarcales que se dan en los espacios académicos que se dan en esta disciplina. Con eso, buscamos ver la manera en que esto afecta a las mujeres que hacen parte del campo para poder pasar después a pensar la manera en la que se podrían cambiar estos problemas.
Desde una perspectiva histórica que desarrollaremos más ampliamente en el marco teórico, es muy importante entender esto para poder explicar por qué esa conexión histórica con el patriarcado tiene consecuencias sobre las mujeres que están en el campo hoy en día. La manera en la que afecta a las mujeres se relaciona con las conexiones que ha hecho la filosofía entre conceptos como razón/emoción y masculino/femenino Estas divisiones categoriales terminan por convertirse en esquemas de género (Valian, 1997), los cuáles se definen como “hipótesis que moldean las expectativas sobre el desempeño y el comportamiento de mujeres”. La confianza inconsciente en esos esquemas deriva en experiencias diferenciadas para hombres y mujeres en la academia filosófica.
Adentrándonos en la problemática, uno de los primeros factores en los cuáles se evidencia esta dualidad masculina-femenina es la cantidad de mujeres y hombres que están en el programa; según las estadísticas del 2018 para el segundo semestre en la Universidad de los Andes, encontramos una distribución de 23 mujeres frente a 54 hombres, lo cual permite deducir que la filosofía da la imagen de un tipo de género masculinizado (Boletín Estadístico, 2018). Aún más preocupante es que las mujeres en filosofía desertan en mayor proporción que los hombres, según las estadísticas de IgualAIgual (90% de hombres se han graduado contra 10% en 2018) lo cual despierta dudas sobre el por qué las mujeres deciden dejar la carrera. Una de las respuestas a este problema es la masculinización de la filosofía, que sabemos que existe porque se ha socializado tanto con las profesoras como con las estudiantes en el espacio de Conversatorio de mujeres filósofas uniandinas pero además porque múltiples estudios y teorías de la psicología social sostienen esta hipótesis (entre ellos el de los esquemas de género). En cuanto al conversatorio, en él se llegaron a varias conclusiones: por un lado las estudiantes se sienten inmersas en un campo competitivo, en donde para participar en clase requerimos lucir lo más racionales posible, que el argumento esté lógicamente bien construido y en donde no existe un espacio para las emociones o experiencias personales; esto imposibilita que las estudiantes se sientan libres de manifestarse en clase, con emociones como ansiedad y comparación con los demás estudiantes al no saber si lo que se dirá es brillante y comparable con las otras intervenciones. Sin embargo, la discusión no terminó acá: las profesoras también han experimentado una masculinización en sus formas de expresarse, de vestir y actuar; deben esforzarse constantemente para hacer valer su posición en la facultad y el reconocimiento de sus títulos. Son estas experiencias las que muestran que debe existir un cambio y que debe ser feminista.
Adicionalmente, las consecuencias de esos esquemas de género se pueden ver en múltiples niveles de la historia y práctica de la disciplina filosófica pues forman la significancia social de ciertos temas, prácticas pedagógicas, prioridades de investigación, métodos privilegiados y dinámicas cotidianas. Esto se ve por ejemplo en la división general dentro del departamento entre temas “masculinos/femenino” que puede observarse en el pensum de la carrera. La mayoría de clases que se ofrecen en el departamento, son filósofos occidentales y europeos; y si alguna vez se ofrece alguna filósofa, no sale de esta categoría occidental. Las demás clases contienen una temática analítica y racional (filosofía del lenguaje, filosofía analítica, lógica, etc) que refuerzan las maneras de pensar masculinizantes. Si alguna vez se ofrece alguna clase que no cumpla con estos requisitos, se considera que no es “verdadera filosofía” o que es experimental; esto sucede con asignaturas que contienen temas de la naturaleza, de filosofía decolonial o latinoamérica, de feminismo, de experiencias, de emociones, etc. De esta manera, observamos como el departamento se divide entre lo racional (masculino) y la naturaleza (lo femenino) y se deja de lado lo decolonial, las otras fuentes de saberes que sabemos que podemos aprender y que se feminizan o se asocian con las mujeres. Lo masculino termina asociado con lo real, lo racional, el conocimiento, lo fuerte y serio y lo femenino se desvalora pues se considera irracional, suave y menos importante.
Dadas las condiciones anteriores en la historia, actualidad y cotidianidad de la Filosofía, ahora emprendemos a entender estas maneras de ver masculinas desde una perspectiva feminista, para luego pensar en las maneras de cambiarlas con la ayuda de diferentes marcos teóricos feministas y ver las vías por las cuáles podemos hacer tangibles esos cambios.
3. Marco teórico
Para empezar, una de las posibles explicaciones de estos sentimientos compartidos entre las diferentes mujeres del departamento, la encontramos en lo descrito por la filósofa Allison Wolf (2017), quien denomina que existe un “pushback epistémico en las clases de filosofía”. Para ella, este fenómeno consiste en un empuje hacia atrás epistémico facilitado por una evasión del privilegio masculino conectado con las herramientas disciplinarias de la filosofía occidental y que se evidencia en una ignorancia fingida acerca de las realidades y experiencias de miembros marginalizados. La manera en que opera esa exclusión epistémica es a través de la imposición de una división entre emoción y razón que se usa para deslegitimar el discurso de agentes marginalizados en las clases de filosofía tildando esos discursos de emocionales, particulares y subjetivos y por ende sacándolos de la construcción de “verdadero” conocimiento. Ese “verdadero” conocimiento, por su parte, se entiende como una búsqueda de la verdad a través de dinámicas masculinas de argumentación y contraargumentación que derivan en una dinámica de adversarios que refuerza la competencia y la exclusión de cualquier otra forma de conocimiento. De estas dinámicas también se habló en el conversatorio Mujeres en la academia: significado y proyección del ser filósofa feminista en latinoamérica realizado en la Universidad Nacional y en el cual se compartió, al igual que en el de los Andes, el sentimiento de exclusión experimentado por las mujeres y la necesidad de masculinizarse y adaptarse al estándar para ser tomadas en cuenta como agentes de conocimiento en la Filosofía. Las consecuencias sobre los cuerpos y personas que pasan por estas exclusiones epistémicas son variados y no le ocurren únicamente a las mujeres sino a la gran mayoría de personas que no encajan en la categoría de “hombre, racional, blanco, rico y educado”. Esas consecuencias pueden ir desde una pérdida de confianza para participar (como se dijo en el conversatorio Uniandino), una masculinización y negación del cuerpo, de las emociones y de la sexualidad que terminan manteniendo el status quo y donde quienes pagan el precio más alto son quienes más deben esforzarse para encajar en el estereotipo, y entre esos, las mujeres.
De igual forma, nos parece importante retomar la idea de que para pensar en las posibilidades de cambio es necesario realizar una lectura histórica del patriarcado. Con la ayuda sobretodo de la historiadora Gerda Lerner (1990), buscamos retomar una lectura histórica como medio para pensar en las maneras en las que el cambio feminista puede suceder. Según dicha autora, para la posibilidad de emancipación de las mujeres, es necesario entender la historia de las mismas. Cualquier propuesta teórica feminista no puede entonces perder de vista las dimensiones históricas en las que se ha creado la opresión. Este marco teórico nos es muy útil para el análisis presente pues dado que la disciplina de la filosofía se ha formado históricamente en conexión con el patriarcado, para pensar en un cambio del machismo dentro de la filosofía, se debe pensar necesariamente en su historia. Dicha historia es la que construye y mantiene los esquemas de género en la actualidad y por eso creemos que para cambiar esos esquemas, debemos entender muy bien su génesis histórica que se sostiene en diferentes pilares como el patriarcado y la colonia, como se puede entender con Maria Lugones. Muchas filósofas feministas, como Lugones, comparten la idea de que la filosofía occidental así como el patriarcado occidental en sí mismo, se formó alrededor de dicotomías conceptuales entre razón/emoción, cuerpo/mente, cultura/naturaleza, sobretodo en la modernidad filosófica en la que pensamientos como el de Descartes o Kant fueron fundamentales para darle una base conceptual a estas divisiones. Dichas divisiones a su vez establecieron una relación entre masculino y femenino que conectó lo masculino a la mente, la razón y la cultura y lo femenino al cuerpo, la naturaleza y la emoción. Pero como bien lo dijo Lugones, la división hecha en occidente entre diferentes categorías dicotómicas contiene intrínsecamente una relación jerárquica: lo femenino así como sus características se leen como inferiores, sobretodo cuando se piensa el conocimiento, que se asocia con lo masculino.
Ahora, ya teniendo el marco teórico que nos da la posibilidad de comprender el origen histórico del problema así como de sus consecuencias y la ayuda de una explicación también histórica de las características coloniales de dicho problema, podemos pasar a las teorías que nos pueden ayudar a pensar en la manera de cambiarlo. Usaremos de nuevo propuestas del feminismo decolonial pero nos concentramos sobre todo en retomar el feminismo de la diferencia como herramienta principal para pensarnos el cambio de nuestra situación específica. También retomaremos propuestas para la construcción de conocimiento.
Podemos abordar el feminismo de la diferencia desde la perspectiva de Victoria Sendón de León, referente de los feminismos de la diferencia, en la que podemos observar la creación de los diferentes órdenes simbólicos que implican una subordinación para la mujer. Para dicha autora, cuando se piensa en un cambio feminista, se debe pensar no sólo en incluir las mujeres en un modelo patriarcal sino cuestionar el modelo en sí mismo, explicitando que es excluyente y reivindicando la diferencia. En particular, es importante para nuestro análisis los diferentes modos que pueden darse se encuentra el de la lógica, este sistema no es un sistema binario libre de valor, en donde se impone un mundo de dominación desde este orden de pensar las cosas. Aquí es donde se hace pertinente pensar la diferencia, la lógica binaria parte de un supuesto de un 0=mujer y 1=hombre lo cual es excluyente, pero se puede pensar una lógica que sea “analógica” es decir que pueda “reflejar la realidad”. Con esta propuesta se pretende entonces buscar nuevas lógicas en las cuales se subvierta uno de los órdenes simbólicos que condicionan nuestras formas de pensar, y que subordina a las mujeres, en nuestro caso, a la hora de entablar una conversación en filosofía en clase. Sin embargo, el feminismo de la diferencia no se atiende solo a cambiar esta forma de dominación, su estructura teórica se encarga de explicar en qué medida tanto hombre como mujeres pueden ser diferentes, pero que esa diferencia no debería suponer subordinación. Así, Irigaray (1991) nos ayuda a comprender cómo la lógica patriarcal se rige por la constitución del sujeto (sexuado y masculino) que establece una relación de jerarquía con el Otro, que es la mujer. De esta manera, la cultura se construye en torno a un único modelo sexual, el masculino, el cual se apropia no solamente de la corporalidad sino también de la sexualidad femenina y suprime las manifestaciones de la subjetividad de las mujeres. Para Irigaray es esencial partir de que existe una diferencia sexual y es indispensable elaborar una cultura de lo sexual, que defina desde el respeto a los sexos, los valores de la pertenencia a cada uno de ellos. No obstante, uno de los obstáculos para la creación y el reconocimiento de tales valores es el dominio que ha sido impuesto por los modelos patriarcales y falocráticos en el nuestra sociedad. Por ello, Irigaray propone que es pura y simple justicia social re-equilibrar el poder de un sexo sobre el otro, dando o al menos devolviendo, ciertos valores culturales a la sexualidad femenina. Dado que, la lógica de la cultura de un único sujeto (el masculino), que quiere convertir a la Otra (mujer) en lo Mismo (masculino), es decir, que toda Otra sea convertida en una proyección de lo masculino-patriarcal mediante una operación de reducción de la diferencia a la indiferencia, es algo que no puede seguir ocurriendo y que requiere de la reconsideración de la diferencia sexual y del deseo, lo que conduce a pensar la subjetividad femenina como autónoma y conformada a partir de la heterogeneidad del deseo femenino. Además, de invitar a las mujeres a explorar la alteridad sin someterla a la jerarquía instaurada por el falogocentrismo, donde lo femenino se define por negación, como lo no-masculino. En la lógica de la indiferencia, la diferencia sexual es concebida en términos jerárquicos, por lo que supone siempre desigualdad. En cambio, Irigaray nos propone pensar lo femenino y la diferencia sexual sin jerarquía, lo que requiere un pensamiento nuevo: el pensamiento de la diferencia sexual. Propuesta que podría resumirse en su idea de ser otras sin ser segundas: ser reconocidas realmente como otras, irreductibles al sujeto masculino.
La crítica decolonial es la que nos permite pensarnos desde esta parte del mundo, como estudiantes localizadas en Colombia. Está tiene como propósito abrir las posibilidades del mundo, dado que se nos ha educado en una interpretación occidentalizada y eurocéntrica que está en disonancia con la múltiples maneras de ver el mundo que habitan en esta parte. Es por ello que las visiones de Breny Mendoza (2012), Sousa Santos (2011) Rita Segato (2012) y Lugones (2012 son importantes para comprender los procesos de creación de nuevas epistemologías y el reconocimiento de que las visiones occidentales no deben ser la norma.
Uno de los puntos importantes de estas visiones es el reclamo del reconocimiento de saberes y prácticas que quedaron desvalorizados en el momento de intervención de la modernidad en latinoamérica con la colonialidad. Históricamente entonces ha existido una valoración sobre qué contenidos pueden ser enmarcados como rigurosos y que otros no. Pero asimismo, simbólicamente se transformaron las relaciones entre personas en las comunidades en las cuales la colonialidad se estableció. La denuncia se hace conforme a las nuevas jerarquizaciones implantadas no solo de saberes sino también de relaciones, entre clases, raza y género (Quijano en Breny Mendoza (2012);Santos, S (2011)). Lo cual ha llevado a un conjunto de diferentes tipos de opresión que sigue marcando las experiencias de las personas que no se ven representadas por las ideas eurocéntricas establecidas desde la modernidad. Es en este punto donde las distintas mujeres que habitan esta parte del mundo se ven marcadas por estas opresiones, porque no solo entra en juego el género, sino también la raza y la clase tal como afirma Breny Mendoza. Sin embargo, Rita Segato hace hincapié en que en los temas relacionados de género es importante esclarecer que en las comunidades pre-coloniales existían relaciones basadas en el género, sin embargo, este no significaba que estas relaciones tuvieran que ser vivenciadas tal como la modernidad lo estableció. En muchas comunidades el género tenía un sentido de complementariedad. Ahora bien, es importante tanto entender estos movimientos que se instalaron desde la colonialidad con la finalidad de movilizar tanto los pensamientos y saberes que quedaron desvalorizados como repensar la manera en la cual podemos relacionarnos de manera no binaria. Finalmente, retomando a Lugones, podemos ir más lejos y pensar las estructuras de género actuales como una construcción puramente occidental. Para ella, como lo esbozamos antes, la división binaria entre categorías depende de un pensamiento europeo jerarquizante para el que todo es dicotómico y es ese pensamiento el que crea el género, el cual no existe en otras sociedades. Eso permite pensar el género en ese sentido no universal pues la autora sostiene que el sistema de género en el que vivimos es un sistema colonial que se instituye como parte de un proyecto de poder y de clasificación. Si pensamos desde esa idea de que las clasificaciones binarias occidentales son intrínsecamente jerárquicas se evidencia que es necesario pensar en las distintas maneras no binarias de entender el mundo. Eso en la filosofía es muy importante para pensarse propuestas de cambio pues la carrera está llena de ese pensamiento occidental dicotómico y por eso los esquemas de género tienen una repercusión tan grande dentro de ese campo. Para cambiarlo, sería necesario repensar las lógicas mismas y cuestionar las divisiones en la filosofía desde una lógica decolonial que busque un pensamiento no jerárquico y no dividido en opuestos.
En tanto a este reconocimiento de la colonialidad, es pertinente entonces elaborar ahora tal como entabla Sousa Santos una Escuela del Mundo, la cual no se trate de un único marco referencial universal que absorba todos los contenidos. La propuesta de Sousa va encaminada a crear una escuela de los oprimidos, en donde se pueda ampliar el horizonte inteligibilidad y que entable resistencia con los marcos de pensamiento universales del Norte Global. Para este propósito Sousa (2011) asegura que es las epistemologías del sur son la construcción descentralizadas, en donde el individuo es capaz de reclamar su autonomía asumiendo ser parte de la naturaleza. Aquí se puede entonces observar una separación de lo que se nos ha dado como binario, persona y naturaleza. La recuperación de estos saberes son importantes para que también exista una reinterpretación de nuestras relaciones. Además, la visión descolonizadora tiene como objetivo incidir en las maneras que se habla dentro de la academia las cuales han sido legitimadas por occidente, las maneras en las cuales se construye ciencia y a su vez romper con las formas en las que comprendemos el mundo.
Del mismo modo, tal como enuncia Rita Segato (2012), con la colonialidad se pasó a un proceso ecualizador de ideas, en donde se entra a un tipo de proceso de normalización, dada está pretensión de universalización del pensamiento occidental, que oculta las diferentes idiosincrasias y particularidades que quedan invisibilizadas. Es por ello, que quien posee representatividad en el mundo es aquel sujetx que pueda interiorizar este sujeto neutro y universal, quedando por fuera todxs aquellxs que no entren en este tipo de caracterización. Segato afirma que el representante de esta universalidad es “el blanco, es pater-familia pater-familiae ––por lo tanto, al menos funcionalmente, heterosexual––, es propietario y es letrado” (p.83). Aquellos, sin está caracterización tienen menos realidad y peso político para movilizarse. Es por ello, que desde está visión se hace pertinente pensar acciones que puedan desestabilizar este sujeto universal. Por tanto, Segato aboga por un reconocimiento de las relaciones anteriores de la modernidad situadas en latinoamérica con el fin de dar soluciones a esta binariedad y preponderancia de este sujeto occidental, el cual es el mundo del uno.
En tanto, a las feministas poscoloniales su trabajo también se ha enfocado en las construcciones occidentales tanto de conocimiento como del ser mujer. La autora poscolonista Mohanty (2008) afirma la construcción de la mujer de tercer mundo, desde occidente, como un ser monolítico. La apropiación de Occidente de hablar de la mujer desde sus referentes monolíticos, nuevamente, hacen imposible un entendimiento para las distintas mujeres que habitan el tercer mundo. Es entonces cuando se reconoce, nuevamente, una relación de dominación y de supresión, puesto que invisibiliza y homogeniza la heterogeneidad del sujeto. Este marco conceptual permite entonces pensar aún sobre las distintas maneras en las cuáles en la academia sigue reproduciendo esa manera de pensar como un uno totalizante. En especial, cuando una de las características de esta occidentalización es el uso de un lenguaje que representa a un ser universal. En filosofía en especial, este lenguaje se vuelve intimidante y a veces frena la manera en la cual podemos hablar con otros agentes. Pero así mismo, la universalización está inscrito en las autoras y autores occidentales que intentan explicar las realidades sociales, que se ven fuertemente en los contenidos filosóficos occidentalizados que suelen enseñarse en las aulas de clase. Es aquí donde se hace necesario recuperar los conocimientos de las experiencias materiales que Mohanty afirma, para que se pueda entonces construir una nueva forma de conocimiento de estos sujetxs. Con ello la posibilidad de retomar la agencia histórica y política que afirma la autora. Es por esto que las formas en las que se imparte el conocimiento debe tener una transformación de sus contenidos y de ser crítica frente a teorías que pueden estar invisibilizando la posibilidad de agencia de diferentes sujtxs.
Para terminar, como último marco teórico hablaremos de la epistemología feminista. La filosofía tiene como uno de sus propósitos construir conocimiento. Sin embargo, como lo hemos visto, ese conocimiento muchas veces tiene la pretensión de ser objetivo, racional y universal. No obstante, con filósofas feministas como Donna Haraway (1988), se nos abre la posibilidad de repensar estas categorías que rigen el conocimiento y reemplazarlas con categorías feministas. La que más busca cuestionar la autora por ejemplo, es la categoría de la objetividad; sin perder el deseo de poder hacer conocimiento que sea de cierta manera objetivo. Haraway rompe con la idea de que la objetividad pueda ser alejada de la realidad corporal, ideológica, histórica y política. Es así, que propone crear una nueva objetividad que se base en la idea de conocimiento situado. Un conocimiento situado es aquel que sabe que habla desde un lugar, un momento, un cuerpo y que es contingente y no necesario. Hay que partir de la visión propia para lograr conocer como sujeto, y este reconocimiento de hablar desde un lugar permite una nueva objetividad que depende del punto en el que uno está/ “standpoint”. También nos sirve pensar en Sylvia Wynter (1994), quien propone pensar en que nuestra visión está mediada por unos ojos internalizados que nos hacen ver a lo humano como “hombre blanco”, entender nuestros ojos internalizados nos permitiría entonces ampliar nuestras posibilidades de conocimiento. Gracias a estas teorías acerca de conocimiento y del conocimiento subjetivo, situado y sobretodo encarnado podemos pensarnos maneras de incluir estas formas de conocer en la academia filosófica como herramientas de cambio.
4. Propuesta de cambio
Ahora bien, a partir del marco teórico que hemos propuesto, podemos proponer una metodología de transformación. Desde el feminismo de la diferencia podemos pensar la creación de un comité de mujeres, el cuál sea un espacio para que las mujeres puedan dialogar respecto a cómo se sienten dentro del departamento, en las clases y con sus profesores. La idea de este comité es trabajar en dos ejes: 1) cómo se hace la filosofía y 2) qué se entiende por filosofía. En primer lugar, es lograr que por medio del diálogo compartido y el intercambio de experiencias las mujeres puedan comprender que pueden hablar sin miedo en clase, de manera más afirmativa y sin disculparse, tener confianza en sus participaciones, perder el miedo a ser juzgadas o a no cumplir con los estándares de “racionalidad” en sus opiniones. Además, de poder intercambiar en este espacio textos relacionados con el género, con la decolonialidad y con otros temas de interés que tengan las estudiantes y que sientan que las clases no les permiten explorar o aprender. De igual forma, que puedan sentir que es un espacio para hablar desde el yo, desde sus experiencias, desde las emociones que han explorado, desde las conexiones que han hecho de esto con los temas filosóficos que han aprendido, para que así entiendan que no deben suprimir o deslegitimar este tipo de aspectos en su proceso de formación como filósofas. Por otra parte, este espacio de mujeres para mujeres, puede permitir crear un lazo más cercano entre nosotras, permitiendo que en otros espacios, como los espacios de clase o fuera de ellos, podamos apoyarnos para romper con el individualismo competitivo del que muchas veces somos víctimas y cómplices. Este espacio lo que busca es romper la reproducción de las estrategias y las dinámicas que usualmente se practican que son la dominación, la jerarquización, las retóricas de competencia y de superioridad; transformandolas en dinámicas de compañerismo y de escucha. Pero la idea también es que estas nuevas dinámicas no se queden en el espacio del comité de género sino que se trasladen a las clases. A partir de la fuerza y de las ideas que se den en el comité, se puede pensar en la manera de llevar actitudes, temas y discursos disruptivos que rompan con el status quo en clases, seminarios e incluso conversaciones informales entre compañeros de la facultad. Dado que como lo hemos dicho que esos espacios mantienen dinámicas masculinas en las que se normaliza deslegitimar lo femenino, es necesario que para cambiar las cosas se empiece a irrumpir en esos espacios con cosas que han sido marginadas y sacadas de ellos. Emociones, temas personales, actitudes femeninas...
En segundo lugar, estos espacios se pueden dar como la posibilidad de crear nuevas maneras de pensar cómo construir el conocimiento desde la filosofía, mirando a futuro la posibilidad de reestructurar el pensum en donde existan más autoras, filosofía latinoamericana, indú, africana, etc. La posibilidad de este cambio también se condiciona con que podamos socializar en las clases el cómo se ha construido la filosofía y el por qué se ha valorado más un cuerpo teórico que otros, pero debe ser un ejercicio activo entre lxs estudiantes y lxs profesores. De esta manera, podríamos evocar un cambio profundo en cómo se suelen pensar lxs estudiantes la filosofía y el cómo organizan sus pensamientos, haciendo caer en cuenta las nociones de género que subyacen las prácticas académicas y su jerarquización en contenidos . Con este cambio abrir la posibilidad a los marcos de referencia que nos permiten buscar nuevos campos de estudios, reivindicar otras formas de conocimiento de filosofía. De igual forma, es importante reconocer el trabajo de las académicas, específicamente el de las profesoras de filosofía, dado que esto ayuda a nutrir la biblioteca de los estudiantes, propone nuevas epistemologías y da una nueva mirada a los problemas, las teorías, las corrientes y la forma de estudiar la historia y la filosofía. Cómo bien lo mencionan varias autoras, es importante leernos entre nosotras, compartir textos escritos por mujeres y relacionar de alguna la forma en nuestros referentes y nuestra forma de concebir el mundo. Además, es importante mencionar que para que esta propuesta se lleve a cabo se requiere no solo de un cambio en el pensum, sino también un cambio de mentalidades, especialmente en los docentes masculinos; de apertura de espacios para debatir la posibilidad de un cambio de modelos de enseñanza, de mayor investigación sobre textos propios de autoras y publicación de parte del colectivo femenino aunque no sea necesariamente sobre temas feministas.
Anudado con las propuestas anteriores, desde la construcción del conocimiento y decoloniales, se debe crear espacios en las aulas de clase y por fuera debates sobre cómo se está relacionando los “objetos de conocimiento” con los sujetos que conocen. Es a través de las discusiones que podemos entablar con los demás, qué ojos internalizados poseemos cuando hablamos sobre los sujetos de los cuales conocemos. Por esta razón, se hace necesario que las clases en las cuales entablamos estas relaciones de sujeto conocedores y al realizar estas prácticas, estar conscientes de que lo que se adquiere es un conocimiento situado en la que dicho sujeto estudiado también posee su propio conocimiento y pueda hablar desde su experiencia. Asimismo, al poder abrir este concepto de “objetividad” la idea sería entablar conversación con los profesores con los cuales se tratan estos temas sobre la creación de conocimiento, y construir con ellos nuevas maneras con las cuáles las emociones y las corporalidades puedan entrar a hacer parte de este conocimiento. En este sentido creemos necesario que los trabajos de filosofía estén más allá de la elaboración de ensayos, que en su lenguaje refuerzan esa idea de un conocedor universal, que se puedan reconocer que a través de otras formas escritas tales como la elaboración de historias y cuentos, que también pueden dar cuenta de los contenidos aprendidos en clase. Las anteriores formas propuestas pueden ser vistas como un mecanismo de resistencia a ese “uno universalizante” occidental , puesto que pueden construirse desde la experiencia, situados y con el ejercicio con otros.
También en el ambiente académico y desde una visión feminista de la producción de conocimiento, queremos retomar la pregunta por el cuerpo y por las emociones como vías de conocimiento, para que se reconozcan como cosas que están presentes cuando se produce algún trabajo académico y se desmienta la idea de objetividad y racional universales que en realidad son subjetivos y particulares. Este deseo se da porque creemos que aún existe una fuerte exclusión hacia las emociones y al cuerpo, ya que durante un largo periodo de la historia fueron concebidas como femeninas. Sin embargo, en cualquier campo de producción estas dos cosas están presentes y negarlo reproduce el ideal de un ser neutro.
Finalmente, lo descrito anteriormente resume nuestras propuestas de cambio teniendo en cuenta el marco teórico, en tanto autoras como corrientes de pensamiento feministas, desde la situación que queremos transformar siendo estudiantes del departamento de filosofía de la Universidad de los Andes para no perder una visión que parte del cambio y el conocimiento desde la experiencia y que cree que los cambios micro políticos y personales son muy importantes cuando se piensa en construir una realidad feminista adecuada al contexto.
5. Conclusiones
El marco teórico planteado desde una visión de la historia feminista, feminismo de la diferencia, feminismo decolonial, poscolonial y producción del conocimiento; nos permite efectivamente abordar la problemática, porque con estas visiones entendemos cuáles son las opresiones que vivimos como mujeres y que nosotras hemos experimentado más a fondo como estudiantes, para así poder crear o pensar algunas posibilidades de cambio.
La historia feminista nos ayuda a comprender la genealogía de la filosofía y el porqué ha existido esta tendencia que valoriza ciertas maneras de pensar y con ello ciertas manera de expresarse, las divisiones dicotómicas entre razón/cuerpo aún se manifiestan no solo en la producción académica sino en la manera en que se relacionan lxs estudiantes con lxs profesores. Es por ello que esta primera medida de análisis permite reconocer el pasado histórico del cual la filosofía no se ha emancipado totalmente, para que en el presente, entonces, podamos ser más eminentes en las maneras en las que lxs estudiantes de filosofía puedan realizar su producción académica y sus modos de pensarse.
Por el lado del feminismo de la diferencia, su cuerpo teórico permite pensar los órdenes simbólicos que se han establecido y con los cuáles se excluye a la mujer. El re-pensar estos órdenes y el porqué se hace importante que se valoricen de nuevo aquello que ha quedado históricamente excluido que es lo femenino. Las feministas de la diferencia permite pensar la fuerza de los conocimientos que se adquieren por ser distintas a los hombres, y que es importante que desde esta diferencia se subviertan los órdenes jerarquizantes; lo que más se busca es un deseo por establecer un orden que no sea desigual. Poner otra vez en marcha este pensamiento de la otredad de lo femenino es importante para que en la Universidad podamos crear espacio de discusión con las mujeres y para mujeres sobre cómo podemos reafirmar el valor de nuestras opiniones, formas de expresión y estudios; frente al ambiente masculino que se vive en la academia. Buscando romper con las dinámicas jerarquizantes a las que hemos estado vinculadas toda nuestra vida y que vivimos con más intensidad en los espacios académicos, pero buscando que la mujer se apropie de su sexualidad diferenciada y que busque crear una identidad a partir de ese sexo femenino, rompiendo y acabando con la búsqueda de masculinizar (universalizar) a la mujer y a querer seguirla involucrando en comportamiento y en dinámicas que reproducen la visión masculina del deber ser. Para que así, pueda existir en los espacios académicos un re-equilibrio de los contenidos, de las visiones y de las concepciones, para permitir que el departamento y las aulas de clase dejen de asociarse a espacios masculinos y se conviertan en espacios diversos.
Lo que corresponde al feminismo decolonial y poscolonial, el cuerpo teórico permite reafirmar la necesidad de contenidos emancipadores del eurocentrismo que se vive dentro de la filosofía. Asimismo, del comprender porque esa necesidad de una producción académica la cual este enfocada a una reproducción de un sujeto universal de conocimiento. Por tanto, se reconoce que debe existir un cambio de los contenidos que se imparten en la facultad y que deben existir propuestas dentro de los programas de cada clase. Lo anterior, porque en los programas de curso muy pocas veces existe en la bibliografía mujeres, lo cual supone un problema para que las estudiantes se reconozcan que son sujetas capaces de construir conocimiento, porque no existe una referente que puedan admirar dentro de lo que estudian. Asimismo, estas referentes también deben buscarse desde esta parte del mundo porque las experiencias que las marcan como latinoamericanas permite una construcción del conocimiento con más sintonía con la realidad que se vive. Con ello también, que se reconozca la posibilidad de evidenciar el conocimiento de las diferentes visiones del mundo que conviven en latinoamérica, con el fin de abandonar la idea de una construcción de la filosofía eurocéntrica. Además, que está conversación y la difusión de estas maneras de ver no solo queden encerradas en una visión de la academia que termina por ser abstracta, inentendible para los demás, sino una construcción de la filosofía en la cual la conversación con todxs se pueda establecer. Por ello, la necesidad de buscar repensar formas de expresión de los contenidos filosóficos más allá de ensayos.
Finalmente, creemos que las propuestas de cambio social que hemos plasmado en este documento son viables y pueden ser implementadas en la universidad, teniendo en que algunas son posibles en el corto plazo y pueden generar una repercusión y fuerza para que exista un verdadero cambio sobre cómo pensar a la mujer en la academia filosófica.
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