La escandalosa menstruación
Por: María Pía Nieto
La menstruación ha sido un tabú en nuestra sociedad desde hace miles de
años: nadie hablaba (y todavía se habla muy poco) sobre ello, y esto permitió
que se crearan muchos mitos acerca de lo que viven las mujeres durante estos
días del mes. Mucho tiempo se creyó —y hoy en día todavía en muchas comunidades
se cree— que la mujer que estaba menstruando no podía cocinar, cortar el pelo
ni regar las matas porque estaba contaminada y, por eso, podía impedir que el
pelo y las matas crecieran, y que la comida quedara rica. Además de esto, hay
una creencia colectiva de que las mujeres estamos extremadamente hormonales
mientras menstruamos, pero la verdad es que es el momento en el que nuestros
niveles hormonales están más bajos; es normal sentirse cansada porque el cuerpo
se está limpiando, pero no por menstruar estamos mamonas y sensibles.
El tabú y el silencio frente a un proceso tan importante de nuestro
cuerpo han hecho que odiemos menstruar y que esto sea un sufrimiento, y ha
impedido que nos entendamos a nosotras mismas ya que no sabemos muy bien qué
significa ser humanas cíclicas, ni mucho menos cómo una mujer sana debería
menstruar. En los peores casos, ha impedido que muchas niñas estudien y hagan
deporte. En la mayoría de lugares la menstruación es un motivo de humillación,
es un motivo para sentir asco, es un impedimento para que vivamos libremente
los treinta días del mes: es una condena a la que estamos destinadas las
mujeres la mayor parte de nuestras vidas y es un secreto que nunca podemos
revelar. Debemos ser discretas con el tema, nunca hablar de eso en público y
evitar a toda costa mostrar una mancha de sangre.
El movimiento menstrual ha cogido fuerza desde finales del siglo XX:
cada vez se sabe más sobre el tema y se motiva a las mujeres para que sepan más
sobre su cuerpo, para que se empoderen y, de esta manera, puedan tomar
decisiones para su bienestar. Sin embargo, sigue habiendo muchísimo estigma y
muchas mujeres siguen sin tener acceso a estas redes de apoyo y de información
que nos ayudan a tomar mejores decisiones con respecto a nuestra salud, por
ejemplo, sobre qué productos higiénicos usar (si se quiere usar alguno), o si
se quiere o no tomar anticonceptivos.
Llevo siete años menstruando y solo hace dos dejé de avergonzarme por la
sangre que me sale siete días al mes. Dejé de sentirme incómoda y de sentir
asco de mí misma: comencé a usar la copa menstrual. Desde que empecé a usarla
mi vida cambió por completo: puedo hacer deporte como sea y donde sea, puedo ir
a la playa sin sentirme incómoda ni afanada por encontrar un baño, etc.
Entendí, por ejemplo, que la forma más sana de menstruar es no usar ningún
producto, ni siquiera la copa, porque de igual forma con cualquiera estamos en
riesgo de que nos dé una infección. Sin embargo, esto no se trata de usar la
copa, sino de que desde que la uso comencé a entender mucho más mi cuerpo, a
informarme sobre cómo funciona mi ciclo menstrual y, por eso, a quererme más a
mí y a mi sangre.
Hace poco subí una foto de mi sangre mezclada con agua a un blog que
antes tenía en Instagram sin ni siquiera decir que era mi sangre menstrual. De
hecho, no se podía saber con claridad si era o no, pero muchos hombres
comenzaron a mandarse la foto en sus conversaciones privadas diciendo que era
asqueroso y que yo no podía andar subiendo ese contenido a Instagram porque es
algo que debería ser privado. Pero justamente la subí a Instagram porque creo
que la menstruación es un asunto público y que se debe visibilizar para que las
mujeres no dejen de ir al colegio por eso, para que no dejen de hacer lo que
quieren por los tabúes que existen, y para que dejen de avergonzarse. La
menstruación naturalmente es algo visible que es todo menos sucio, y el tabú
alrededor de esta debe desaparecer para que se puedan atender problemáticas
sociales como las expuestas previamente.
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