La desnudez como forma de aparición en el espacio político

Por: Laura Mejía Jaramillo 


Ese día salimos juntas en el frente de la movilización, salimos con rabia, fuimos irreverentes y nos apropiamos de las calles y de los parques. El 25 de noviembre gritamos con fuerza exigiendo que sacaran sus rosarios de nuestros ovarios y sus doctrinas de nuestras vaginas. También cantamos y bailamos para abortar este sistema patriarcal. Exigimos el poder de decidir sobre nuestros cuerpos, y así, nos juntamos todas con el fin de visibilizar nuestra lucha que históricamente han querido silenciar. Aunque todo iba muy bien, el patriarcado acechó la marcha en todo momento. Cuando cantábamos nuestras arengas, ellos gritaban las suyas. Cuando rayamos las paredes, ellos las limpiaban con la excusa de que “era violento”, no se dieron cuenta de que lo que ellos hacían también lo era. Era evidente que querían callarnos, querían invisibilizarnos, para ellos el paro abarcaba sólo su lucha y en esa no estaba incluida la lucha de nosotras quienes nos afirmamos como mujeres. 

Aunque la violencia patriarcal seguía ahí, muchas utilizaron la desnudez como recurso en la marcha. Era una lucha contra la sexualización del cuerpo femenino, contra su mercantilización y contra su privatización. La marcha se convirtió en un espacio de reivindicación de esos cuerpos violentados y precarizados históricamente. En este ensayo pretendo analizar la visibilización de diversas luchas a través de la manifestación social a la luz del pensamiento de Arendt, y, finalmente, pretendo exponer los límites del pensamiento arendtiano cuando se analiza la movilización social desde el cuerpo a través de la crítica de Butler. Esto desde una forma de manifestación política particular, la desnudez. 

El ser humano nace dos veces según Arendt. El segundo nacimiento se da cuando, con acción y palabra, nos insertamos en el mundo humano (1998). Esta inmersión en el mundo nos mueve, nos invita a crear algo nuevo, somos novedad. Actuar “en su sentido más general, es tomar iniciativa, es empezar” (Arendt, 1998, p. 176 trad propia). La acción trae algo nuevo al mundo. En la manifestación social es posible ver cómo aparece la pluralidad en la singularidad. Se hace evidente este poder en la congregación cuando las mujeres se unen y aparecen en la esfera política. Hay un nuevo nacimiento. Cuando nos juntamos, nacemos otra vez y nos sumergimos en el mundo, en la esfera de lo público, para disputar el espacio de aparición. Es ahí en donde yace el poder. Según Arendt, este emerge cuando las personas libremente deciden unirse y actuar conjuntamente. El poder está en la colectividad y se hace manifiesto en el discurso, “es inherente a las comunidades humanas, pero se actualiza cuando las personas se unen con un interés común, por ejemplo, en la acción revolucionaria” (Swift, 2009, p. 45 trad propia). 

En la manifestación social siempre hay una lucha por el espacio de aparición. Sin embargo, el 25 de noviembre fue particular pues, aunque era el día internacional contra la violencia de género, simultáneamente ocurría el Paro Nacional. En este sentido, había diversas colectividades congregadas con luchas particulares. Esto generó el tipo de dinámicas descritas al principio, las cuales reflejan una clara disputa por el espacio público. El poder estaba distribuido dentro de la marcha, y, en muchos casos, en lugar de unirse, se convirtió en una lucha interna por el espacio de aparición. Hay una clara disputa de este espacio en el discurso mismo, cuando las arengas del Paro Nacional chocan con las feministas y hay una lucha por el espacio auditivo. Asimismo, hay una lucha por el espacio en la misma movilización, muchos hombres intentaban ir al frente, invisibilizando un bloque que tenía como fundamento la visibilización de la lucha de las mujeres y del cuidado. De igual modo, cuando borraron las inscripciones feministas también se puso en evidencia una lucha por el espacio de aparición visual. 

Hay condiciones materiales que permiten el espacio de aparición, estas son una condición del aparecer políticamente, pero a su vez, este espacio de aparición es creado por medio de la acción plural. Hay una circularidad que permite la resignificación del espacio mismo; si bien el espacio es necesario para la aparición, el espacio es creado y es resignificado constantemente con la acción colectiva. Se necesita de la calle y de la posibilidad de la reunión colectiva para estas manifestaciones, pero a su vez, estas son resignificadas por medio de la creatividad, del arte y de nuevas formas de lucha. Aunque se requiere de ciertas condiciones materiales, a su vez, hay una disputa que gira en torno a estas condiciones. El conflicto para Arendt es constitutivo de lo político, esto se hace manifiesto al analizar tanto las tensiones internas del Paro, como las expuestas anteriormente, pero también al analizar las tensiones del Paro Nacional con el Estado. Hay una constante lucha por el espacio de aparición, por el espacio en los medios, por el espacio arquitectónico: esto se ve en el uso de los parques, de las vías y de las plazas. 

De este modo, la manifestación aparece como un sujeto político. Aparece como una novedad, es un espacio creativo que busca la resignificación del espacio mismo, de las calles, de los parques, del espacio auditivo, del espacio visual con el verde y el morado. El conflicto permite el movimiento, se significa y resignifica y se crea el espacio político que se mueve en la esfera de lo público. 

Ahora bien, Butler en su texto Bodies in alliance and the politics of the street hace una crítica fundamental al pensamiento de Arendt, para ella, es fundamental entender la dimensión corpórea de quienes crean alianzas y aparecen en la esfera de lo político. Si bien las dos reconocen condiciones materiales que permiten la aparición, estas condiciones son diferentes. Butler sostiene que la tajante distinción entre lo público y lo privado que hace Arendt en La condición humana crea densas fronteras que se oponen al aparecer político de diversos cuerpos, particularmente de los cuerpos precarizados. Para Arendt, el cuerpo precarizado no puede aparecer políticamente, pues está inmerso en un estado pre-político en donde la supervivencia es su motor. Esto surge de su crítica a los sistemas neoliberales de producción en los que el trabajo impide al individuo aparecer en lo político debido a su necesidad de supervivencia. Estos cuerpos yacen en la esfera de lo privado, pues no pueden aparecer en lo público, en lo colectivo, debido a su constante necesidad de existir sólo como cuerpos. Para Arendt, la precarización impide el aparecer político, pero Butler considera que en la misma precarización muchos cuerpos han hecho manifiesta su lucha. La vulnerabilidad misma de los cuerpos es la que permite que estos puedan afirmar un gran potencial para la alianza, para la congregación, para la movilización.  

El cuerpo feminizado ha sido precarizado históricamente, ha sido vulnerado, violentado y privatizado. En ese sentido, al trazar una frontera entre lo privado y lo público, Arendt “deja la esfera de lo político a hombres, y la labor reproductiva a mujeres. Si hay un cuerpo en la esfera de lo político, es masculino” (Butler, 2011, p. 2). La desnudez pone en cuestión esta distinción pues, si bien tradicionalmente el cuerpo de la mujer ha sido privatizado, este aparece en la manifestación. Hay un movimiento entre lo público y lo privado, “lo político ya no es definido como exclusivo de la esfera pública, cruza esta línea de muchas formas” (Butler, 2011, p. 1). Como bien sostiene Butler, el cuerpo como soporte material de la acción hace manifiestas muchas luchas. En este caso, la desnudez, que es el soporte material de la acción, es también por aquello que se pelea. Luchamos contra la sexualización de los cuerpos femeninos, contra su mercantilización, contra el poder que se ha ejercido sobre nuestros cuerpos. 

Los cuerpos desnudos son un llamado a la igualdad, a la posibilidad de no ser violentadas sin importar qué llevamos puesto, a tener la posibilidad de elegir nuestra ropa, qué tanta ropa llevamos, si queremos o no cubrir nuestros pechos. “La libertad no viene de mí para ti, puede y sucede como una relación entre nosotros” (Butler, 2011, p. 7). En este sentido, la libertad se encarna en las relaciones sociales. Es la posibilidad de tener un espacio entre nosotros para el actuar. Es en este espacio, precisamente, en donde surge lo político. 

Ahora bien, la desnudez aparece como un sujeto político mismo. “Los cuerpos en la calle redistribuyen el espacio de aparición para contestar y negar las formas existentes de legitimidad política” (Butler, 2011, p. 6). Estos cuerpos desnudos son transgresores y buscan oponerse a modelos normativos que han buscado decirle a las mujeres qué pueden y qué no pueden hacer. La acción misma transgrede estas normas. Esto no solo se hace manifiesto en la desnudez, también en la ropa, como es evidente en el acto performático de Las Tesis. La forma de vestir de la mano de la exigencia de la no violencia a los cuerpos femeninos hace efectivo el derecho, “la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”. De este modo, se configura el espacio político, se cambian las normas y se resignifica. El hecho de vestir de cierta manera pone en cuestión las normas sociales de aquello que podemos y no podemos hacer. 

Asimismo, la desnudez requiere de condiciones materiales en la marcha para que esta pueda aparecer políticamente. Con este motivo creamos un bloque de cuidado, así se reconoce la vulnerabilidad de los cuerpos. Se requiere de la alianza y de la acción colectiva para que se den las condiciones de aparición en lo público. Hay una interdependencia de los cuerpos que se hace manifiesta en el cuidado, en el compromiso con la movilización en la que diversos cuerpos se unen bajo un interés común. 

Finalmente, otro rol fundamental de la desnudez en la marcha es su forma de oponerse a un modelo neoliberal que consume cuerpos femeninos y precariza otros bajo estándares de belleza. Quienes deciden desnudarse en este espacio colectivo rehúsan a que sus cuerpos sean mercantilizados. La desnudez misma permite que los cuerpos aparezcan de otra forma en el espacio político, no como mercancía. Hay una resignificación del cuerpo femenino que impide que estos cuerpos se sumerjan dentro de una lógica de mercado. 

Es fundamental notar cómo la desnudez ha puesto en cuestión la frontera entre lo privado y lo público y la ha hecho cada vez más difusa. Si bien el pensamiento arendtiano nos permite analizar muchos aspectos de las movilizaciones feministas, en este caso, se queda corto debido a la rigidez en las condiciones materiales que permiten la aparición en el espacio político. La crítica que hace Butler a este aspecto da herramientas para entender de qué manera cuerpos que han sido históricamente vulnerados y precarizados pueden actuar colectivamente y aparecer en el espacio público. Asimismo, es importante notar cómo el pensamiento de Butler permite entender cómo el cuerpo desnudo “habla políticamente, no solo en lenguaje escrito o vocal” (Butler, 2011, p. 5). De este modo,  reconfigura el espacio político y da pie para que se dé una resignificación del mismo a través del cuestionamiento de normas sociales, como la privatización del cuerpo femenino y su rol pasivo y privado. 


Bibliografía


Arendt, H. (1998). The human condition (2nd ed.). Chicago: University of Chicago Press.

Butler, J. (2011). Bodies in Alliance and the Politics of the Street. European institute for progressive cultural policies, 9.

Honig, B. (Ed.). (2010). Feminist Interpretations of Hannah Arendt. Penn State Press.

Swift, S. (2009). Hannah arendt (Routledge critical thinkers). London: Routledge


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